«Con un modelo pionero, Martonela sigue la filosofía del slow-cream, con un producto recién hecho». Ésta es la carta de presentación que desde la central hacen de un concepto con unos valores que tienen que ver con una «alta rentabilidad de negocio y la fácil gestión de la franquicia».
Para tejer su red, la cadena busca un perfil de franquiciado «con capacidad de gestión, espíritu emprendedor, capacidad de trabajo, implicación en el negocio y que siga siempre la filosofía de Martonela». Con el foco puesto en facilitar la inversión, la marca plantea dos modelos de negocio: por un lado, un formato quiosco, con una superficie mínima de 16 metros cuadrados, y, por otro, la modalidad de local, con una superficie de 35 a 150 metros cuadrados.
De los aproximadamente 69.500 euros que un futuro asociado debe invertir para formar parte de la red de la compañía, al menos el 40 % debe financiarse a través de recursos propios. Una vez este haya hecho el desembolso, la central se encarga de prestar apoyo de formación inicial en el negocio y preparar la estrategia de marketing de lanzamiento.
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